Los ojos que no pueden creer lo que ven son una constante en los desfiles de Comme des Garcons. Atónitos, esperan una señal que los devuelva a la realidad de la que provienen, mientras se humedecen a sí mismos esperando un milagro que les explique semejante sueño. La realidad como la conocemos no existe en el corazón ni en la mente de esta gran mujer del diseño, guerrillera del estilo, gladiadora y guardiana del concepto más puro, y asesina despiadada de la tendencia.


Las prendas que salen de su mente no son juego de simpleza y mercado, al contrario, son una complicada explosión de ingenio y visión a la que bautizó chic post-nuclear. Ese que no se sabe pero se entiende y que hace palpitar el corazón a mil por hora. Es un hongo de humo explotando cada vez que alguien toma una nueva vida al ponerse una de sus piezas. Una vez conocido, no se olvida nunca.
