miércoles, 21 de noviembre de 2007

STYLEFAX



Siempre son Anna y Carine, siempre los mismos nombres, siempre diseñadores, modelos y fotógrafos. Que se rompa la rutina y que se brinde honor a quien tiene otra historia, a quien no nació en el seno de una familia acomodada y a quien no tiene en la piel el color habitual de los amantes del mundo chic.
André Leon Talley tiene la altura de un rascacielos, el peso de un gigante y escribe con la pluma de un ave fénix. Camina dejando huella, llorando por dentro y cantando sus incesantes encuentros con el lado frívolo del arte. Trabaja a lado de magníficos exponentes quienes le han tendido la mano esperando ser inspiración y descubrimiento del único afro-americano sentado en primera fila. Los trajes los lleva a la medida de sus excesos y su enormidad sólo es reflejo de su talento, pupilo avasallador de una abuela que lo fue todo: padre, madre e ícono fashionista. Así la infancia quedó atrás, siendo absorbida la esencia de un pequeño cuya pasarela favorita era la que observaba los domingos en misa y cuya mente fue robada por las páginas de Madame Bovary, proyectando su admiración en héroes que dejaban de ser Superman para convertirse en Anna Wintour y Diana Vreeland
Heredero único de la obsesión por el detalle y cazador furtivo del lujo y la sofisticación, la imagen de André se asemeja más a la de un chef de People&Arts que a la de un coeditor de Vogue USA. Sin embargo, la lejanía que hay entre él y los convencionalismos construyó el sendero que sostiene la figura de un hombre que no le teme a ser diferente, convirtiéndolo en arquitecto de su propio mundo a través de Andy Warhol, Diane von Furstenberg y Richard Avedon. Talley conoció a Steven Meisel y Anna Sui durante las madrugadas recurrentes después del eterno sonido de la música proveniente de discotecas como Le Jardin y sucumbió ante las fantasías desembocadas al encontrarse de frente con una colección prêt-à-porter. Irónicamente, su círculo de amigos es de dudosa procedencia: Jennifer Hudson, Beyoncé y Mariah Carey. No existen ejemplos más claros de la decadencia fastuosa y curvilínea del gusto excesivo, pero Talley sobrevive a la avalancha porque su corazón y su mirada son cabalgados por distintos jinetes y el resultado deviene impecable para darle a su intimidad amistades entrañables y a su trabajo originalidad sin precedentes.
Carolina del Norte lo vio nacer pero Nueva York, París y Londres le han visto emerger por más de veinticinco años y él a cambio decidió dejar su marca para toda la vida, porque su sueño comenzó como el de muchos, leyendo Vogue y Harper's Bazaar, pero su realidad se ha convertido en legado de letras, libros e individualidad. Un personaje que vibra de igual manera con una sábana de algodón que con una bolsa de piel de cocodrilo... extraordinario André Leon Talley.





4 comentarios:

Gi dijo...

hoy me crucé con tu blog de casualidad y realmente me EN-CAN-TÓ !!!

giselle (argentina)
quieroeso.blogspot.com

Patri Jorge dijo...

tú blog es adictivo.....beso

Anónimo dijo...

Escribes muy bien,me encanta André.El año pasado empezó una dieta y lo iba contando(cómo perdía peso)mes a mes en Vogue,y las protestas de las asociaciones americanas de dietistas llamandole la atencion.Me encantan sus artículoos para Vogue son muy divertidos.Te seguiré visitando.Diegulazo.

Bloc de Moda dijo...

cuanta actitud!!!!!