MA CARINE, MON AMOUR

Cada vez que pienso en la revista perfecta para pasar un gran momento me viene a la cabeza la Vogue Paris. Es como caminar en una gran galería y disfrutar con tan sólo dar vuelta a una página, de un mundo lleno de ofertas artísticas, de golosinas hermosas disfrazadas de mujer y con la penitencia más dulce impresa en papel couché.

Nada de todo este sueño sería posible sin el ingenio, el talento, y la magia en la mente de Carine Roitfeld. Ella, la escapista del divismo, la reina del outfit que no se olvida y la alquimista de la belleza extraña, arrobadora, única, perversa, pérfida y divina. Mi adorada Carine que con sus ideas sencillas, nunca rebuscadas, desencadena los anhelos más complejos y ansiosos de realidad. Mi hermosa Carine, esa que publica una receta de cocina o una foto sin maquillaje de sus grandes ninfas. Carine la desdeñosa del estrellato atómico y ensordecedor, la Roitfeld... mi Roitfeld.

Para mi es una de las más grandes influencias en la estética de finales del siglo pasado e inicios de éste, es la encarnación del sexy seguro de sí mismo, de las piernas que te atrapan como tenazas para no soltarte nunca, de la melena húmeda sobre tu torso y los labios de carne que te prometen todo el mundo. Es el ojo ahumado que clarifica todo. Es la pena eterna que no cuestiona un segundo de gloria. La hipnotizadora de los genios, musa de todos los Testinos y Fords que siguen surgiendo. Musa de las musas y dama de honor de este Infierno Chic.

La Roitfeld, la que no quiere nada y lo tiene todo.

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