lunes, 28 de julio de 2008

UN DAVID

El halo mágico que rodea a los genios es quizás eso de lo que tanto han hablado por los siglos de los siglos los cuentistas y los historiadores. Eso que ha llevado a los hombres a nombrarles ángeles para no entenderles como dioses auténticos. Eso que otros han llamado locura para señalarles el camino sin siquiera pretenderlo.

En el Infierno la locura y el talento han sido siempre la mejor excusa para celebrar la eternidad de la belleza. Sí, porque la belleza es tan eterna como lo dicte nuestra consciencia y nuestro sentimiento. Por eso aquí los genios como David Hockney son los mejor recibidos.

Estas letras sin embargo no están dirigidas a encumbrar aún más el trabajo de este gran hechicero del pincel y la pintura, no, son simplemente un sencillo momento, un instante en que este diabólico lugar se detiene a recordar el estilo de un gran hombre. Sólo eso, que de su obra hablen los demás, todos los que han muerto viendo sus cuadros, aquí hoy, sólo sonreíremos mientras miramos un poco más allá de todo lo que nos dijo y nos dice siempre, con sus poses, con sus manos cruzadas, su cabello blanco, sus lentes de pasta, sus playeras a dos rayas y cuellos blancos inmaculados...

Su genialidad sale a flote con tan sólo mirar un poquito más allá, cuando enciende un cigarro, cuando su mirada pregunta y se contesta a sí misma. Es como pocos y al mismo tiempo como todos... hechicería humana en carne mortal.

Y justo cuando uno piensa que recordarle sería el más inmediato esfuerzo llega alguien, un genio de otro tiempo, para recordarnos que la inspiración es el regalo más grande y el homenaje más puro hacia alguien.

Cardigan de Marc by Marc Jacobs... homenaje de un genio a otro

miércoles, 23 de julio de 2008

DETRÁS DE UN ALAIA



Cada integrante de VOGUE París representa un deseo terrenal de ser y vestir, todas han pasado por la mano-lente de The Sartorialist adueñándose de nombres que labraron un pasado y que hoy ponen de moda el presente: Balenciaga, Balmain, Azzedine Alaia. Hoy muchos amantes sin amor pronuncian ese último nombre con respeto hipócrita, con la falacia de conocerle sólo porque Roitfeld lo lleva puesto y con la admiración momentánea de quien reconoce un vestido bonito.



Azzedine Alaia lleva dibujado alrededor de los ojos el cansancio marcado por su origen tunecino que lo aleja del estereotipo de un representante del diseño. Como todos, vivió inspirado por mujeres cercanas que inmaculaban el pensamiento chic de un pequeño en ascenso creativo cuyo pasatiempo favorito era el de leer VOGUE. Como pocos, Alaia construyó el camino eterno de una pasarela encerrada en los pensamientos irrefrenables de su propia esencia, allá por los años cincuentas, lejos de celebridades, instantes y primeras filas.
Él escogió París como su hogar, sin darse cuenta que tal vez París lo escogió a él como su genio. Genio. Palabra extensa que sólo puede utilizar una mujer que ha portado un Alaia, con su historia desconocida y su explícita sensualidad. Roitfeld tiene la personalidad arrebatadora pero es un Alaia el que abraza sus curvas y expone su sexo. Construído por Azzedine, inspirado por Balenciaga y enamorado de Madame Vionnet. Detalles a flor de piel que esconden la maestría del corte y la nobleza de las costuras. Lejos de la maravilla del zapato está la tradición del vestido.





Y así la dama que conoce al verdadero modisto espera por sus colecciones, sentada desnuda porque no hay otra tela que enamore su silueta como ésa que es unida con precisión y sustancia por las manos que más allá de dibujar necesitan zurcir. Azzedine Alaia se toma su tiempo, lo convierte en su amigo para después hacerlo su cómplice, tal y como lo hizo en 1992 cuando tardó tres meses y medio en mostrar su colección. Pero todos aguardaron pacientes porque todos querían admirar el sueño vestido de cuero, punto y encaje.



Los ojos vírgenes de quien no ha observado su labor se rinden ante el absurdo encanto de una estrella fugaz cuando en realidad debieran encumbrar la belleza del conocimiento atrapado en la pureza de las formas. Muchos podrán diseñar una falda, pero sólo unos cuantos pueden crearla. Sus musas son las telas, mientras las figuras espectaculares de Greta Garbo, Naomi Campbell y Madonna son sus maniquíes. Moldear el cuerpo es el credo que profesa bajo la inventiva de nuevos materiales, en 1994 presentó el epítome de un vestido largo elaborado en "houpette", material stretch que enaltece las virtudes de un cuerpo prolijo. El ideal de un Alaia.



Azzedine posee la irreverencia de vivir su propia moda, de dedicarle el más profundo rendimiento, pero con la burla oculta del desdén hacia la exhibición mortal de las tendencias. Alguna vez surgió tras los grandes apellidos de Dior, Mugler y Laroche, forjando el suelo que pisan las más hermosas diosas envueltas en sus obras, hoy desafía la exactitud de las temporadas y se comporta como el espíritu más fiel a sí mismo. La actualidad le otorga el regalo efímero de la fama, pero es el trabajo realizado durante medio siglo el que corona el verdadero valor de su existencia. Sin tiempo ni espacio, sólo Azzedine Alaia, el pequeño gran hombre.


miércoles, 2 de julio de 2008

INOLVIDABLE

Hubo una vez una VOGUE, venía de la Ciudad Luz, caminaba erigiendo el estandarte seductor de una mujer llamada Kate. Su corazón latió para todos al ritmo de una mirada, la de Hedi Slimane capturando a una niña rusa. No hubo palabras que no inspirara, todos decían amarla. Pero era otro poema el que sedujo a la maldad, la prosa "Divina" de vestidos en el viento. La sensualidad británica y la languidez de un cuerpo vestido de Haute Couture quedaron atrás, ahora la luz es para los sueños que escogieron la playa como su mejor estilismo.
En el Infierno, el trono lo ocupa el editorial que robó quimeras; el que nadie comentó; el que flota como aroma delicado; el que entiende que la ligereza de la moda está en sus telas y no en su contenido y el que abraza la belleza de un movimiento que explota bajo la ternura del color.
Y así esa aventurera vivió para siempre, leyenda inerte del pensamiento escrito en papel couché, parisina de corazón. Tuvo su final feliz, el que toda vida anhela, el que sólo la memoria inspira... la más dulce caricia que ha otorgado la eternidad.