ETIQUETA BLANCA

Casi nadie conoce su cara. La industria ha intentado por años traerlo al frente de los lentes y bañarle de flashes prometiéndole la llave de un mundo que una y otra vez ha rechazado. Para él, la fama y la atención mediática no representan un plus de su trabajo.

Martin Margiela es quien firma sus prendas con una etiqueta blanca y quien sólo contesta a los reporteros vía fax. Nunca en foto, nunca en video. Es quien organiza los catwalks en los lugares más inesperados. Es quien erige sobre tela los sueños del más loco arquitecto, siluetas que descomponen una idea que gira alrededor de lo más sencillo que un diseñador puede concebir, es el vestir más puro.

Alguna vez asistente del enfant terrible por excelencia, Jean Paul Gaultier, comprendió entonces que su camino era el correcto: vivir para crear. Y así fue a partir de entonces pese a todas las adversidades que ha enfrentado hasta el momento.

Margiela es el autor de esa pieza que se nos queda a todos en la mente, que uno cree haber visto antes y que sin embargo nunca ha sido utilizada de esa forma. Sus piezas no son para todos, pues no todos tienen el talento de hacer de una idea muy básica, el gran acierto. No le verás en Beyoncé o en Sean Combs, no le verás tal vez si pasa justo a lado de ti e incluso si tienes su etiqueta blanca justo frente a sus ojos. MM es toda una idea y una filosofía de vida, convertida en prenda. Por eso aquí en El Infierno le queremos tanto.

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